Se le vino el mundo encima cuando, al abrir la puerta de su casa, encontró la nota tirada en el suelo. La recogió con la mayor naturalidad que pudo interpretar y se la metió en el bolsillo, restándole importancia ante sus hijos, convenciéndolos de que aquello no era más que un panfleto publicitario.
Pasados ya más de dos meses desde el último encargo, de alguna forma había comenzado a deshacerse
de ese insoportable peso que se instaló en su pecho hace dos años. Justamente
el día que decidió aceptar este tipo de trabajos.
Siempre que concluía un encargo, por más que cumpliese a
rajatabla todos los preceptos indicados para no establecer ningún tipo de
relación con su “cliente”, la culpa se las apañaba para burlar toda precaución,
colándose en los ovillos de los sueños y de la imaginación, con los rostros
suplicantes, moribundos e incrédulos de algunas de sus víctimas. Pero el
tiempo, a paso lento y constante, parecía concederle una tregua tras haberse
jurado a sí mismo que nunca más volvería a aceptar un trabajo así.
Caída la noche, una vez Morfeo se hizo cargo de los niños,
se sentó frente al fuego de la chimenea del salón para fumar en pipa. Acto éste
nada habitual en él, y que solo ejercía cuando la duda se le instalaba entre
las cejas pidiendo rabiosa una decisión.
·
¿Son ellos otra vez, verdad? –dijo la esposa a
sus espaldas-
·
Ya lo sabes – respondió sin volverse, dejando la
mirada clavada en la leña candente, como si de pronto fuese a aparecer la
solución entre las brasas-
·
¿y qué
piensas hacer?
·
Se nos está acabando el dinero, esto nos daría
para dos meses más
·
Eso hace seis por año
Se volvió hacia ella con los ojos inyectados en sangre
·
¡Ya lo sé! –gritó-
·
Shussss. Los niños duermen. –trató de calmarlo
abrazándolo y mesándole el abundante
cabello cano- . No te estoy acusando de nada. En esto yo soy tan culpable como tú
·
¿Tú?... Tú no tienes que ver sus caras…no tienes
que luchar con tus manos para que ejecuten una orden que se niegan a obedecer…
no pasas las noches construyendo excusas, razones para darle algún sentido a lo
que hago
·
Esta casa, los colegios, los coches, las
vacaciones, toda esa tecnología, la ropa cara, los miles de caprichos… ¿te
parecen pocas razones?
·
No puedes entenderlo… nada de eso tiene valor
cuando aprietas el gatillo. –se miró las manos- Con todo el dinero del mundo no
podré comprar un jabón que lave esto
·
Vamos, vamos… siempre te pasa lo mismo antes de…
ya sabes… además, ¿Qué les estás robando… un año, cinco…?
·
No lo sé… no lo sé, ¿pero, quien soy yo para
robarles siquiera un día?
·
-ella le besó con suavidad en las mejillas y sujetándole
la cabeza con ambas manos le dijo- el padre que da de comer a sus hijos
Al día siguiente acudió a la sucursal para recibir toda la
información. Fotos, direcciones, datos sobre entradas y salidas. No necesitaba
mucho porque en realidad sus “clientes” seguían una vida rutinaria, y eso
facilitaba mucho el asunto. No era complicado trazar un plan que podía cumplirse
casi al cien por cien sin elementos sorpresivos que pudieran arruinarlo todo.
Es lo bueno de “trabajar” con los viejos, siempre hacen lo mismo.
Cuando tuvo todos los papeles sobre la mesa se quedo
pensativo.
·
¿Ocurre algo? –dijo el director-
·
No sé si quiero hacerlo
·
¿Cómo has dicho?
·
He dicho, que no sé si quiero hacerlo
·
Nunca has tenido problema para ejecutar un
trabajo. De hecho eres uno de los mejores con los que trabajamos, por eso
cobras lo que cobras… ¿Qué te pasa, quieres más dinero?
·
No es eso
·
¿cinco mil más?
·
¡He dicho que no es eso, cojones!-dijo atrapando
toda su ira en el puño y dejando éste caer sobre la mesa-
·
¡silencio!..¿Qué coño te crees que estás
haciendo?, ahí fuera hay gente ¿sabes?..
·
¿futuras víctimas?
·
Vamos a
ver, ¿alguna vez te he encargado que te ocupes de alguien que no haya amortizado
de sobra su pensión?
·
No se trata de eso
·
No podemos permitirnos un país lleno de agujeros
por donde el dinero solo sale… nos arruinaríamos todos, tú y tu familia
también. En el fondo, si lo piensas bien, estás ayudando a tu país
·
Basta ya!- dijo cogiendo rápidamente todos los
papeles y guardándolos en su bolsa-
Se dirigió a la puerta, la abrió y antes de salir dijo:
·
Escúchame bien. Esta será la última vez ¿te
queda claro?, la última vez
·
Claro, como tú quieras
Cerró la puerta y se marchó.
De camino al coche ojeó los documentos que le acababan de
ser entregados. Como siempre hacía, memorizó los datos que necesitaba antes de
deshacerse de todo papel que pudiera traerle problemas en el futuro. La vista,
caprichosa y desobediente, se le fue hacía
las cristaleras del banco. En ellas pudo
ver un tierno anuncio. “Asegura tu futuro” rezaba el cartel en el que una
pareja de jubilados jugaba entre sonrisas con sus nietos.
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