El otro día me comentaron un hecho curioso acaecido en una
determinada parroquia de Madrid. Como desconozco si los protagonistas del
evento quieren o no que se sepa su localización, voy a obviar determinados
datos. Además, nunca se sabe cuan larga puede llegar a ser la garra rastreadora
de ese sujeto que en su tiempo libre se dedica a doblar a Paco Clavel en las
escenas peligrosas, y en su labor cotidiana maneja los hilos de la curia
española.
Resulta que, presididos por un párroco de esos que dan en
llamar obreros (me pregunto como se harán llamar aquellos que no se consideran
obreros), se reunieron un grupito de personas para asistir a un matrimonio
religioso, católico para más datos. Hasta aquí algo común y nada llamativo. Lo
curioso es que uno de los cónyuges cometió el terrible pecado de divorciarse y
la “Santa” iglesia se negaba a casarlos.
Saltándose las claras instrucciones de sus “jefes”, el
curilla tendente a actuar con la zurda, ofició una ceremonia que si bien no
tendrá registro eclesiástico, si que dejará a la pareja con la tranquilidad y
satisfacción de haber presentado su unión a los ojos de su Dios. Quizá a usted
pueda no parecerle importante este rito, pero las creencias son algo tan
personal que el valor sólo puede dárselo aquel que las ostenta.
No es un hecho revolucionario, lo sé, ni siquiera un gran
secreto, pues es bien sabido que los despachos episcopales son sabedores de
este tipo de actos, pero sí que es un claro ejemplo de flexibilidad, amor y
comprensión con el prójimo. Algo que predicaba un tal Jesús hace unos dos mil
años.
Actos como este e incluso, desde el punto de vista de los
más conservadores, mucho más graves, ocurren
a menudo dentro de un determinado, y por desgracia aún minoritario, sector de la Iglesia española. Si no
han sido erradicados, no es por falta de ganas, lo que ocurre es que actuar con
demasiado entusiasmo podría acabar haciendo que el tiro saliera por la culata.
Atacar a aquellos que desobedecen para ayudar a los demás no trae muy buena
prensa, y las autoridades religiosas católicas lo saben, para eso llevan
practicando un excelente marketing desde hace varios siglos.
Para resolver el tema han optado por algo mucho más efectivo
y elegante. Dejar en el ostracismo a este tipo de grupúsculos rebeldes. Sepa que,
si usted es de los que marca la casilla de la iglesia en la declaración de la
renta, está destinado fondos a los despachos, que serán repartidos en función
de una serie de intereses que en su inmensa mayoría poco tienen que ver con el
mensaje de Cristo. A pie de calle, donde trabajan los curillas desobedientes,
no va a llegar mucho. Pero mantener a los “rebeldes” en la sombra tiene un
precio. ¿Cuántas noticias sobre sacerdotes denunciantes de su propia
institución ven ustedes en los medios informativos? Digamos…..Cero. Bueno,
seamos generosos, una o dos al año, eso sí noticias pequeñitas y que aparecen
más como anécdotas que como un hecho a denunciar.
Voy a decirles algo que si lee Rouco le hará rasgarse las
vestiduras. ¡¡¡Uy!!!, perdón, perdón, no quería que la imagen de Monseñor
arrancándose las faldas a jirones perturbara su imaginación… En fin, ya está hecho, pruebe a lavarse la
cabeza con Mistol, a ver si sale. A lo que iba: Mientras la Iglesia Católica siga siendo un
poder, estará traicionando el legado de Jesús. He dicho.
Yo le confieso que tengo una especial admiración por el
rebelde de Nazaret. Por aquel que curaba con las manos, probablemente
utilizando métodos de tipo Reiki, aprendidos en sus viajes, y cuya técnica
comenzamos ahora a descubrir en occidente. No quiero con esto decir que
cualquiera puede hacer lo que él hacía. Este hombre tenía unas capacidades muy
especiales, y me arriesgo a pensar que muy naturales (raaaaaasss, otro
jirón). Admiro al hombre que se enfrentó
con la injusticia de las autoridades políticas y religiosas, no olvidemos que
nació Judio, y que su intención era cambiar su iglesia, no crear una nueva a
partir de él. (raaaaaass, raaaaaaaass,…). Tengo predilección por el humano que
ayudaba a las putas, que quería hacer fluir la parte femenina del ser, que
tenía una gran fe en sí mismo y en la vida. Qué entendió, que sufrió, que fue
valiente entre los valientes y consiguió con ello llegar a la sabiduría.
Cuando Jesús dijo “soy el hijo de Dios” se refería a que
todos y todo somos hijos de Dios. (si no le gusta esta palabra ponga otra, ¿naturaleza,
universo, energía, magia?… da igual, es lo mismo).
Cuando Jesús dijo “Yo soy el camino, la verdad y la vida”
estaba diciéndonos que la verdad está dentro de cada uno de nosotros. Todos
podemos repetir la misma aseveración en primera persona.
Cuando Jesús dijo “el que quiera entender que entienda”
estaba provocando al hombre en su búsqueda de la esencia. También podría haber
dicho “si quieres permanecer en la más básica ignorancia, allá tú”.
Habría mucho que hablar sobre la diferencia entre el Jesús
que existió, el hombre, y el que nos han contado los supuestos guardianes de
sus enseñanzas, el Dios inalcanzable. Y sobre todo, de las consecuencias de
esta segunda versión: la actual Iglesia católica.
Termino, no quiero provocar más rotos. Bueno, una última
cosa. Si trato de imaginarme al Nazareno viviendo estos días, se me aparece la
imagen de un hombre tras una mesa en la calle, pidiendo firmas para solicitar
el final del concordato.
(Raaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaasssssss). ¡¡¡Uy!!!,
creo que eso eran ya los calzoncillos de su Excelencia Reverendísima…