El deseo es el pilar fundamental sobre el que se sustenta
toda campaña publicitaria. Y entre todos ellos, por aquello de la represión
educacional (hablo en presente, no en pasado), el sexual es el más importante y
efectivo.
Nos fijamos en una marca concreta de champú, de detergente o
de ropa no porque nos atraiga especialmente el producto en sí, sino por lo que
nos reportará su adquisición como añadido: poder, fuerza, sensualidad, valor,
aventura, determinación… etc., etc.
Cuando toda la sociedad se transforma en un gran escaparate,
y eso es el capitalismo, los métodos de venta publicitaria se acaban imponiendo
más allá de su zona natural de trabajo, saltando de las vallas publicitarias a
los diferentes estamentos de la sociedad.
Todo se vende, el reloj que luce un famoso en
la portada del HOLA no está ahí por casualidad. El agua embotellada que consume
un deportista mientras es entrevistado, tampoco. Y así, poco a poco, nos vamos
acostumbrando a un escenario en el que
comprar y vender se convierte en el principal objetivo de todo ciudadano que
aspire a vivir feliz… o eso cree él.
Una vez establecido el sistema y admitido por todos, pues es
innegable el poderoso atractivo del mundo publicitario, comienzan a aparecer acotaciones.
Dependiendo de las costumbres morales de la población en ese determinado
momento, pues la moral del pueblo es tan cambiante como la moda, las barreras
de lo permitido y lo inaceptable en lo que a publicidad se refiere van mutando
de posición. Para entenderlo les pongo un ejemplo personal. Hace años escuchaba en la radio la publicidad de una
marca de Brandy cuyo lema era” Brandy Soberano es cosa de hombres”, y lo que
pensaba era algo así como “este licor tiene que estar fuerte, hay que ser puro
macho para beberlo, ¡qué ganas tengo de poder beberme una copita!” ... ni
rastro de controversia sexista.
¿Se pueden imaginar un lema así hoy día? En efecto, sería tachado de machista e
inaceptable y su carrera comercial sería muy corta. Pero no se engañen, no somos mejores como
sociedad de lo que éramos antes, simplemente han cambiado las acotaciones de lo
permitido.
Leo en la prensa de hoy una noticia: la federación española
de balonmano playa femenino (deporte del que no tenía constancia) obliga a sus
equipos a cambiar la indumentaria de juego.
De llevar pantalón corto y camiseta pasarían a vestir con top y braga de
bikini. ¿Las razones? Según informa el
representante de dicha federación, pretenden
hacer el deporte más atractivo al público.
Está claro que aquellos que han de velar por el porvenir de
un deporte han de hacer lo posible por convertir éste en algo lo
suficientemente interesante, pero ¿a costa de qué? Si me quieres vender un
juego que en principio no funciona, cambia las reglas, hazlo más rápido, más divertido,
vende sus posibilidades… Si todo lo que se te ocurre es poner a las chicas lo
más sexis posibles no me estás vendiendo el deporte, me quieres vender otra
cosa. ¿Lo ven? Esto es el mundo de la publicidad en estado puro, lanzando sus
tentáculos por toda la sociedad.
No pretendo con esto hacer un juicio para distinguir entre
el bien y el mal. Sobre todo porque no soy capaz de saber si es bueno o malo,
moralmente hablando, y siempre que las integrantes del juego lo acepten, que
las chicas jueguen con mucha, poca o ninguna ropa. Pero a mí, que soy un mortal
muy de andar por casa, cuando me mezclan puntos de atención, acabo por hacerme
un lio y ya no sé si prestar más ojo a la pelota o a la cacha. ¿Les parece
machista?, pues a mí no. Lo que sí me parece sexista es obligar a unas
muchachas que quieren practicar un deporte a lucir sus cuerpos les guste a
ellas o no, y todo ello con el fin de promocionar una actividad, y por ende engordar
las arcas de una federación. El resto es juicio moral. Y ese, como decía
anteriormente, es tan mutable como nuestra piel.
Mientras, en Palma de Mallorca se ha puesto de moda otro
jueguecito denominado “mamanding”. Éste consiste en realizar las máximas
felaciones posibles a los clientes de un bar a cambio de una bebida. Ha saltado a los medios de información por su,
según citan estos, “marcado carácter sexista”, y no son pocos los estamentos y
defensores varios del “correcto proceder”
los que han pedido su prohibición. Seré
sincero, no entiendo ni a los que piden que se impida esta fiesta de
tragasables ni a los que la practican para conseguir una copa gratis. El espectáculo
me resulta triste, preferiría que la gente se dedicara a tocar y ser tocado,
donde y como quiera, a cambio de dar y recibir placer. Porque de otra forma se
convierte en negocio, y teniendo en cuenta el paupérrimo premio, es además un
negocio muy triste.
Las cosas nunca son blancas ni negras. Es imprescindible
prestar atención a la escala de grises que cubre todos los aspectos de una circunstancia
para tratar de alcanzar algo de luz, o por lo menos para no caer en juicios
absurdos, injustos y temporales. No es bueno ni malo el desnudo, no es bueno ni
malo practicar una felación en un bar a uno dos o mil hombres, no es bueno ni
malo jugar en bragas o con armadura. La degradación es otra cosa. Implica una
imposición o auto imposición con un fin económico o de castigo. Cualquiera de
los casos citados anteriormente pueden ser degradantes o no. Depende de la intención de los actores.
Y respecto al sexismo también me gustaría añadir algo. El
90% de la publicidad que usted ve, escucha o lee es profundamente SEXUAL. Es
decir, le van a disparar sus argumentos a la entrepierna hasta para venderle
una aspiradora. Esto es una cosa, y otra bien distinta es sexismo, que implica
una discriminación por razón de género. Y sí, también la mayoría de la publicidad
que usted consume es sexista. Pero sexista no quiere decir exclusivamente
convertir a la mujer en objeto, también el género masculino ha sido llevado a
este punto (bendita igualdad, ¿verdad?, por fin somos todos igual de absurdos)
¿o acaso se cree usted que colocan a George
Clooney
en un anuncio de cafés porque todos sabemos que es un gran bebedor de este
producto?. No hija, no. Lo ponen en pantalla para provocar su baba, igual que
hacen conmigo cuando aparece Gisele Bündchen anunciándome….
bueno, en realidad no tengo ni idea de lo que anuncia porque no he sido capaz
de fijarme en eso.
Pero no se flagele por esto (salvo que
encuentre gustillo en la acción), somos humanos y por lo tanto una parte de su
nuestro ser es animal. Y si disfruta con el juego, fantástico. Lo importante es que no se la cuelen. Que sepa
a lo que juegan y a lo que usted está dispuesto/a a jugar. Esa es la clave.
Solo con esto el invento se les va a pique. Pero para ello ha de ser un poquito
más crítico con lo que ve, oye y lee, y un poquito menos moralista con lo que
interpreta.