Qué difícil se me hace a veces comprender al ser humano. Los
mismos que acusaban al movimiento 15-M de no adaptarse a las reglas
democráticas y exigían su comparecencia ante las urnas para cobrar legitimidad,
ahora, tras la sorpresiva irrupción de PODEMOS (grupo político nacido a la
estela del movimiento ciudadano del 15 de Mayo) en la escena política,
intentan tildarlos de aspirantes a golpistas.
No quiero ser un mal pensado (bueno, en realidad esto es una
forma de hablar) pero voy a empezar a creer que hay por aquí y por allá una
nutrida manada de chupasangres a los que solo les preocupa no perder su
privilegiada e injusta posición (y no hablo solo de políticos).
Los perritos pequeños, sabedores de su inferioridad física,
acostumbran a ladrar a las primeras de cambio ante cualquier atisbo de amenaza,
o hecho que ellos interpreten como amenaza. Hasta ahora esta actitud era propia
de determinadas especies animales, los canes entre ellas, pero verlo en los
humanos de esta forma tan masiva y exagerada es algo llamativo, y probablemente
necesario.
Están asustados, se les nota en sus expresiones. Las caras
de Cañete, Valenciano, Intereconomistas varios, presentadores de BasuMadrid
(antes conocida como Telemadrid) y otros custodios del actual sistema en fase
de putrefacción, eran un auténtico poema la noche de los resultados electorales
europeos. Y no están asustados por lo
que ha sucedido, si no por lo que temen que pueda suceder.
Seamos serios. En realidad no ha ocurrido prácticamente nada.
PODEMOS no es el maná y Pablo Iglesias no es el Mesías. Las cosas no se
arreglan así, con la llegada de un nuevo grupo o una nueva cara. Y sería
estúpido por parte de la ciudadanía pensar que ya hemos dado con la clave para
cambiar las cosas. Es más, estoy convencido de que los integrantes de este
grupo político no piensan ni quieren convertirse en los solucionadores de la
actual situación, aunque por supuesto, sí quieren trabajar y formar parte del
cambio. Es muy distinto creer que uno es la solución a desear formar parte de
la misma. Muy distinto, es precisamente lo que diferencia a PODEMOS de la
formación que dirige la indeseable de Le pen en Francia.
Cosa distinta es ilusionarse y ver en estos resultados el
reflejo del comienzo de un cambio. Algo ha comenzado, algo, pero aún no sabemos
lo que es. Y que la cosa se dirija hacia un nuevo mapa de entendimiento,
respeto, justicia y solidaridad o bien hacia el tú contra mí, es un trabajo que
tenemos que realizar entre todos.
A pesar de los enormes defectos de un sistema como el
democrático, este es, por el momento, el modo más justo de convivencia en todo
estado que quiera definirse como desarrollado.
Y para que este funcione es necesaria la colaboración de una mayoría de
sus ciudadanos. Colaborar no significa
ir a votar cada dos, tres o cuatro años y volver a casa a la espera de los
resultados mientras musitas aquello de “qué Dios nos coja confesados”. Esto es solo una parte, importante, de la
democracia. Pero el resto no es menos importante.
Una democracia sana es aquella en la que sus ciudadanos
viven y conviven en base a unas normas por las que la gran mayoría están
dispuestos a trabajar y a defender. Y esto, actualmente, no se está dando en
nuestro país.
Hay un millón de formas distintas de colaborar con la
sociedad y con su sistema. Defender la Sanidad pública con tu apoyo directo o
indirecto, con reivindicaciones pacíficas, con reclamaciones institucionales,
con comprensión hacia aquellos que trabajan en condiciones difíciles por los
recortes aplicados… etc. Todo eso es trabajar por la democracia.
Defender la escuela pública de igual manera, reivindicar una
justicia no politizada, participar en protestas pacíficas, ayudar a tu vecino, entender
que tienes que pagar impuestos de forma justa y proporcionada… todo eso es
también participar en la sociedad.
Pero hay más. Exigir el respeto ajeno y el propio es un
eslabón sin el cual no hay posibilidad de cambio. Me explico, esto es aplicable
a cualquier área, sea o no laboral, pero para entendernos voy a centrarme en
este ejemplo.
La información al ciudadano es una de las claves para el
mantenimiento de un estado democrático. Y es labor y deber de aquellos que
trabajan en este ámbito la defensa de su profesión. Pues bien, el abandono profesional que sufre actualmente
la mayor parte de la prensa, radio y televisión española es sin duda el
producto de los tejemanejes políticos, pero la responsabilidad de su estado
ético corresponde única y exclusivamente a todos aquellos que trabajan en los
medios. Si un representante político
convoca una rueda de prensa sin preguntas, está en su derecho, pero un
periodista está en su deber de rechazarla. Si un redactor confecciona una noticia
bajo la tutela del politicucho de turno, deja de ser periodista para
convertirse en propagandista.
Ya lo sé, ya lo sé. Lo primero es llenar el estomago y
después viene la dignidad. No acuso a quien claudica por razones de
supervivencia. Pero seamos conscientes de lo que estamos haciendo. Y no
exijamos a los demás lo que no nosotros no estamos dispuestos a hacer. Si queremos un país sin corrupción habrá que
comenzar por nosotros mismos. Es cierto que el sistema está corrompido. Tan
cierto como que nosotros somos el sistema.
¿Puedo cambiar? Yo
creo que sí. ¿Podemos cambiar?, no lo sé. Le devuelvo la pelota ¿PODEMOS?
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