Las personas con talento no sólo no se amilanan cuando
pintan bastos, sino que suelen crecer por encima de lo que lo hubieran hecho de
haber tenido el viento a favor. Buñuel, por ejemplo, consiguió rodar obras
maestras en Méjico a pesar de tener que realizar su trabajo con actores
mejicanos (sin duda alguna, y salvando gloriosas excepciones, los peores
actores del mundo).
La televisión perdió su brillo hace tiempo gracias a que
tenemos unos jefes de programación a la altura de nuestros políticos. Pero en
la oscuridad más profunda en cuando mejor se aprecian las estrellas.
En esa isla verde y solitaria que representa La Sexta Tv,
habitan seres que, desgraciadamente, hoy por hoy, no tienen cabida en ningún
otro canal. Las ondas hertzianas han ido virando a la derecha con el empuje del
PP, la exigencia de los poderes económicos y el consentimiento de los "neoaristócratas" del PSOE.
Y entre toda esa maleza de inconformistas “sextianos”, comienza a despuntar un catalán bajito y con
cara de pillo que se dedica a disfrazarse de niño inocente a la hora de
entrevistar a sus invitados.
La fórmula está funcionando, y no sólo porque nos guste ver
el gracejo molesto, pero amable, con el que Évole “ataca” a su interlocutor,
sino porque nos encanta vernos reflejados en el papel de periodista, lanzándole
al poderoso aquellas preguntas que quisiéramos plantearle, pero con el
ordenamiento de palabras que nosotros no sabríamos construir.
Jordi se calza el traje de españolito inocente para inquirir
sin tapujos. Es muy difícil torearlo y más aún rechazarlo, porque pregunta
siempre desde la humildad del que reconoce que no se siente superior, y eso es
difícilmente combatible para nadie, más aún para un poderoso o político (perdón
por la redundancia), siempre a expensas de la imagen pública.
Otra de las virtudes de este gran periodista, consiste en lo
que podríamos llamar el “Pre-Eco”. Este es un término inventado por mi
defectuoso cerebro, que trata de explicar aquella sensación que uno tiene
cuando escucha en boca de otro ese mensaje con el que se identifica absolutamente,
no sólo en términos de fondo sino también en los de forma. Dicho coloquialmente, es eso que ocurre cuando
alguien dice algo y uno contesta “eso es exactamente lo que yo pienso, pero tú
le has puesto palabras”. De ahí lo de Pre-Eco, porque en realidad yo no me hago
con tus ideas, sino que me hago con la forma expresiva que tú le has dado a
unas ideas que yo ya tenía, pero que no sabía expresar.
Para no marearnos más en cuestiones semánticas, vamos a
dejarlo ahí.
Sea como fuere, Évole tiene todos los ingredientes
necesarios para ofrecer un producto de calidad, como de hecho está haciendo. Es
muy hábil, es ingenioso, es simpático, es listo… de hecho el entrevistado sabe
del saber enmascarado de su interlocutor, pero no lo descubre por dos razones.
Una, porque aunque sabe que es un papel, ya que para
preguntar como un verdadero niño hay que ser un verdadero adulto, no quiere
desmontarlo. Resulta un juego divertido, una batalla de cerebros. Para que se
den estos casos es necesario que el entrevistado tenga dos cosas: un mínimo de
inteligencia y un mucho de humor.
Dos, porque las cámaras le impiden hacerlo. El ojo público
no parpadea, no pierde detalle. Y si, llevados por la ira que nos provocan las
impertinentes preguntas de un señor que se viste de niño curioso, nos atrevemos
a desmontarle el juego en presencia de las cámaras, demostraremos ante todos una
carencia total de sentido del humor. Y eso en España implica convertirte en un
indeseable. Esta opción, que consiste en aguantar el tipo, es la más utilizada
por determinados personajes de la vida pública. Se les nota especialmente en la
cara. Su sonrisa es tan falsa como un discurso cualquiera de Ana Botella, y su
quijada suele estar tensa, a punto de estallar, como…. ¿cómo les diría yo?…..
ah, sí…..como una neurona en la cabeza de Ana Botella.
Qué gratificante resulta escribir de vez en cuando con la
intención de celebrar algo. Son tiempos difíciles, siempre lo fueron, pero
quizás estos son más oscuros de lo habitual. Es importante que comiencen a
brillar aquellos que puedan aportar algo de luz. Es de hecho, una obligación
moral el hacerlo. Y ya que dedicamos tantas horas de nuestros días a realizar
el inventario de elementos negativos, vamos, al menos por hoy, al menos por
estos instantes, a congraciarnos con el género humano que representa la gente
buena, que también los hay.
Y si no me creen, pregúntenle a Jordi Évole, es un chico muy
sencillo e inocente, y no se atreverá a engañarles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario aquí