Cito textualmente: "Yo de la política echo de menos manipular". La frase pertenece a Miguel Ángel Rodríguez, uno de los hombres leales de Aznar y portavoz del gobierno en los “dulces” años de expansión económica del Partido Popular.
El significado de lo dicho por este impresentable es sin duda grave, pero el hecho de poder hacerlo público de forma natural y graciosilla denota una situación aún más complicada de lo que imaginábamos.
No solo hemos puesto al tonto del pueblo a mandos de la
nave, sino que ahora el pobre imbécil se ha hecho con el poder y comienza a
entender su falta de masa encefálica como parte imprescindible de una sociedad
deseable. Para ello el primer paso es normalizar la estupidez, es la fase en la
que nos encontramos ahora. A ello contribuyen de forma brillante y destacada
Wert, Mato, Cospedal o Rajoy. Aunque posiblemente la reina de la fiesta sea Ana
Botella.
Una explicación absurda es considerada como una tomadura de
pelo, pero un cúmulo de razonamientos sacados del paralizado cerebro de un
idiota común y esparcidos adecuadamente en los medios por los Marhuenda de
turno, acaba por convertirse en algo “normal”, es decir, deja de llamarnos la
atención. Y es entonces cuando entramos en la segunda fase, la imposición.
El tipo de descerebrado al que hacemos referencia es ante
todo un ser cobarde. Tiene mucho miedo a lo que los demás puedan quitarle,
porque parte de la base de que en cuanto se descuide le van a robar, ya que al
fin y al cabo eso es lo que él haría. Por lo tanto solo se siente cómodo en el
terreno de la estupidez reinante. Allá donde un idiota con poder siempre vencerá
a otro idiota sin poder.
El descarado ataque al sistema educativo, a la cultura o a
la investigación son los síntomas que anuncian la posible llegada de un estado
en coma intelectual. Dudo que llegue a cuajar, ya que también se atisban síntomas
que señalan que las mentes activas están dispuestas a la rebelión. Pero prepárense
a contemplar un escenario en el que más de una vez nos van a hacer sonrojar por
culpa de un sentimiento de vergüenza ajena. Basta contemplar un rato los
informativos de Telemadrid, TVE, Intereconomía y otras pestes similares, para
cerciorarse de que ya han empezado a tratarnos como subnormales, incapaces de distinguir
entre la noticia, el rumor, la opinión y el chiste malo.
Como bien dice nuestro amado presidente (¡¡¡por Dios, que se
note que esto es ironía) ahora toca resistir. En eso lleva razón, porque si
ellos, los defensores de la sinrazón, están dispuestos a aguantar en sus
sillones hasta que nos cansemos, nosotros, los que queremos seguir utilizando
el cerebro (aunque sea malamente, como es mi caso) tenemos que aguantar un
poquito más.
No hay mal que cien años dure, y esto tampoco será una excepción.
Pasado el tiempo, y cuando se consiga retomar un poco de normalidad, nos quedará
la memoria. Con ella podremos sacar una media sonrisa cuando contemplemos a
todos estos energúmenos, nuevamente enmascarados en el papel de inteligentes,
criticando en las tertulias a aquellos que hagan algo remotamente parecido a lo
que hacían ellos. Se indignarán apelando al sentido común, que ellos nunca
utilizaron.
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