Alguien llama. Toc, toc
Abro la puerta. Veo una delgada figura, elegante grácil,
bella…
-
¿Si? –pregunto expectante-
-
¿No me reconoces?...
-
.. pues, ahora mismo…no, ¿nos conocemos?
-
Hasta ahora no, pero deberías saber quien soy.
- ¿Quién eres?
-
Quien tú me digas.
-
De acuerdo, eres Federico.
Con un gesto invito a Lorca para que pase al salón.
Seguidamente estamos tomando un delicioso té. Es extrañamente grumoso, picante,
con un cierto dulzor, aflorado y templado. Exquisito. No sé como, pero lo ha
preparado él.
Mi invitado reposa la taza en la mesa.
-
Admiro mucho tu poesía –le digo casi con vergüenza-
-
Gracias. Ahora es tuya.
-
¿Quién es ese? –pregunta Federico mirando la televisión
que ahora está encendida-
-
Es Rajoy, el presidente del gobierno.
Una inmensa carcajada sale de su boca mayúscula. Una especie
de ataque de risa le hace caer de la silla, revolcándose por el suelo como un
animalillo. En un gesto instintivo le acaricio el lomo, como a mi perra, hasta
que acaba convirtiéndose en ella.
Una voz procedente del televisor llama mi atención.
-
Se-ño-res, Di-pu-ta-dooos.
Dalí acaba de ser elegido presidente del gobierno en el
parlamento y se dirige a los asistentes.
-
La co-rrup-ción política que-da-rá sustituida en este par-la-mento por la
putrefacción na-tu-ral del huevo.
En ese momento Dalí se convierte en una gallina que no para
de poner huevos fritos sobre un plato blanco. Los diputados corren hasta él con
trocitos de pan blanco en la mano. Todos quieren mojar el huevo. Se dan codazos
para llegar al plato, pero ninguno lo consigue.
Apelotonados frente a la tribuna se van subiendo unos encima
de otros hasta formar un casteller. En lo más alto un niño hace equilibrio.
Viste de marinerito, tiene barba y fuma puros. Habla soltando escupitajos y es
imposible entenderle.
-
Bájate de ahí - le grita una señora desde la calle,
parece su madre, pero no estoy seguro de que sea ella. –
-
No quiero, me ha costado mucho subir y no pienso
bajarme ahora –ahora si se le puede entender con claridad, tiene cierto acento
gallego-
-
¿Pero no ves como estás?. Hay que cambiarte
El niño se mira la parte trasera del pantalón. Se ha cagado
encima y un terrible hedor se expande sin piedad.
Un multitudinario grupo se ha unido a la madre. Cada vez son
más. Aparecen las primeras pancartas, y los primeros cánticos.
-
¡Ba ja te!, ¡ba ja te!, ¡ba ja te!
La multitud comienza a impacientarse. Aparece humo negro
tras ellos y algunos comienzan a lanzarle piedras al niño. Al llegar hasta el
chico las piedras se convierten en barro, lo que le da un aspecto mucho más
sucio aún.
No pudiendo soportar el olor la gente del casteller huye
tapándose la nariz. La torre comienza ha deshacerse y el niño se tambalea.
-
No os vayáis, no os vayáis, que es mentira, que yo no
me he cagado…- lloriquea y trata de ocultar la oscura mancha que tiene en el
culo-
Ya va a caer. Apenas un hilillo de plastilina lo sostiene,
es solo cuestión de tiempo, se tambalea, se tambalea, y mientras tanto la
mierda chorrea por sus piernas. Cuanto más esfuerzo hace por guardar el
equilibrio más ganas tiene de defecar.
La multitud se ha convertido en un inmenso rebaño de ovejas.
El niño ya no está. Ya no hay casteller. Todas las ovejas visten con corbata y
pasan una a una frente a una urna de papel para depositar una loncha de
jamón-york. La urna se mece con el viento. Algunas ovejas tratan de parapetarla
con sus cuerpos, pero entre la multitud ya se han colado algunos lobos que
tratan de soplar.
Comienza el recuento…