La noticia saltó ayer por la tarde en un pequeño pueblo
castellano cuyo nombre, por mor de evitarles la pesada carga de la vergüenza a la mayoría de sus decentes ciudadanos, he
decidido obviar. Es, sin embargo, obligación
de todo hombre que se digne en vestirse por los pies, denunciar un hecho
gravísimo que puede alterar de forma radical y catastrófica nuestro amado orden.
El hecho en sí diose a eso de las cinco, hora sagrada en
gloriosos tiempos, en los que podíamos deleitarnos con el adictivo placer del
olor de la sangre derramada sobre la arena, cuando en el pleno del ayuntamiento,
el máximo responsable del mismo, dícese el señor Alcalde, presentó su dimisión
tras verse sobradamente comprobado que especuló con unos terrenillos.
Así, como lo oyen. El muy inconsciente, en un arranque de
incomprensible honestidad, se dejó llevar por los malditos escrúpulos y acabó
dimitiendo. Total, por una estafilla de nada, apenas doscientos mil euros, ha
puesto el país patas arriba.
Ni que decir tiene que la noticia llegó a velocidad de rayo
hasta las autoridades pertinentes y que estas actuaron de forma inmediata y
satisfactoria, dicho sea de paso para no alarmar en demasía a la población.
A eso de las siete de esa misma tarde ya se había desplazado
hasta el pueblo un equipo especial de Salvación Nacional (SN) para hacerse
cargo del asunto. Tras realizar las oportunas comprobaciones y practicar análisis
de toda índole al individuo en cuestión, detectaron un peligrosísimo aumento de
“vergüencina” en sangre.
Según ha podido saber este humilde cronista, esta sustancia
es inocua siempre y cuando se mantenga en niveles moderados, pero puede
convertirse en catastrófica cuando dice de multiplicarse. Los efectos que puede llegar a producir, además
del ya mencionado ataque de honestidad, van desde la negación de la mentira
como modo normal de vida, hasta el planteamiento, estudio, e incluso
realización, de tareas nobles.
Por todo ello, el equipo de SN trabajó durante esa tarde y
gran parte de la noche en la elaboración de una vacuna que erradicará de forma
rápida y certera el inesperado brote. Aunque mucho me temo que, a pesar de la
demostrada celeridad, los miembros del SN han llegado tarde.
Se han detectado ya varios casos entre miembros de partidos
minoritarios, aunque, nuevamente con la intención de no crear una exagerada
alarma, hay que incidir en que ninguno de nuestros amados guías de PP y PSOE se
han contagiado aún. O por lo menos no
tengo noticia de ello. Es más, con la clarividencia y arrojo que siempre han
demostrado, se lanzaron raudos en busca de su vacuna.
Tras una larga y profunda investigación, de unos cuarenta
minutos, café y cigarritos incluidos, of course, los expertos han concluido que
el brote se ha podido generar en alguna de nuestras hermosas zonas costeras.
Desgraciadamente, como bien se sabe, las hordas de invasores extranjeros
intentan penetrar una y otra vez por allí desde sus lujosas pateras, y es muy
probable que alguno de estos indeseables hayan traído consigo semejante castigo
divino, navegando por la sangre (o lo que sea que por allí corra) de sus venas.
Es por eso por lo que, como medida adicional, las
autoridades, con criterio certero, han decidido inundar la costa de bellas
concertinas. Pero no se alarmen, el diseño ha sido de tal calidad y envergadura,
que permitirá en época estival acceder al agua mediante el uso de un torno
situado a pie de playa. Con el simple y sencillo uso del DNI, el veraneante
traspasará el torno sin temor alguno y sin riesgo de ser electrocutado. Hecho
que sí ocurrirá con todo aquel que pretenda entrar o salir sin la
identificación válida y pertinente, es decir, los extranjeros malos (pues a los
buenos, los que tienen pasta, se les dotará con un documento temporal).
Mientras tanto, según me han informado fuentes fidedignas,
el señor Regidor continúa evolucionando favorablemente. Empieza a dar signos
de arrepentimiento sobre el atroz acto cometido en el último pleno, e incluso
hay quien dice que entre sueños comienza a balbucear algo referente a una
recalificación a gran escala. Puede que se esté recuperando. Dios lo quiera.