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martes, 29 de octubre de 2013

Huracán Évole



Las personas con talento no sólo no se amilanan cuando pintan bastos, sino que suelen crecer por encima de lo que lo hubieran hecho de haber tenido el viento a favor. Buñuel, por ejemplo, consiguió rodar obras maestras en Méjico a pesar de tener que realizar su trabajo con actores mejicanos (sin duda alguna, y salvando gloriosas excepciones, los peores actores del mundo).


La televisión perdió su brillo hace tiempo gracias a que tenemos unos jefes de programación a la altura de nuestros políticos. Pero en la oscuridad más profunda en cuando mejor se aprecian las estrellas.


En esa isla verde y solitaria que representa La Sexta Tv, habitan seres que, desgraciadamente, hoy por hoy, no tienen cabida en ningún otro canal. Las ondas hertzianas han ido virando a la derecha con el empuje del PP, la exigencia de los poderes económicos y el consentimiento de los "neoaristócratas" del PSOE.


Y entre toda esa maleza de inconformistas “sextianos”,  comienza a despuntar un catalán bajito y con cara de pillo que se dedica a disfrazarse de niño inocente a la hora de entrevistar a sus invitados.


La fórmula está funcionando, y no sólo porque nos guste ver el gracejo molesto, pero amable, con el que Évole “ataca” a su interlocutor, sino porque nos encanta vernos reflejados en el papel de periodista, lanzándole al poderoso aquellas preguntas que quisiéramos plantearle, pero con el ordenamiento de palabras que nosotros no sabríamos construir.  


Jordi se calza el traje de españolito inocente para inquirir sin tapujos. Es muy difícil torearlo y más aún rechazarlo, porque pregunta siempre desde la humildad del que reconoce que no se siente superior, y eso es difícilmente combatible para nadie, más aún para un poderoso o político (perdón por la redundancia), siempre a expensas de la imagen pública.


Otra de las virtudes de este gran periodista, consiste en lo que podríamos llamar el “Pre-Eco”. Este es un término inventado por mi defectuoso cerebro, que trata de explicar aquella sensación que uno tiene cuando escucha en boca de otro ese mensaje con el que se identifica absolutamente, no sólo en términos de fondo sino también en los de forma.  Dicho coloquialmente, es eso que ocurre cuando alguien dice algo y uno contesta “eso es exactamente lo que yo pienso, pero tú le has puesto palabras”. De ahí lo de Pre-Eco, porque en realidad yo no me hago con tus ideas, sino que me hago con la forma expresiva que tú le has dado a unas ideas que yo ya tenía, pero que no sabía expresar.
Para no marearnos más en cuestiones semánticas, vamos a dejarlo ahí.


Sea como fuere, Évole tiene todos los ingredientes necesarios para ofrecer un producto de calidad, como de hecho está haciendo. Es muy hábil, es ingenioso, es simpático, es listo… de hecho el entrevistado sabe del saber enmascarado de su interlocutor, pero no lo descubre por dos razones.

Una, porque aunque sabe que es un papel, ya que para preguntar como un verdadero niño hay que ser un verdadero adulto, no quiere desmontarlo. Resulta un juego divertido, una batalla de cerebros. Para que se den estos casos es necesario que el entrevistado tenga dos cosas: un mínimo de inteligencia y un mucho de humor.

Dos, porque las cámaras le impiden hacerlo. El ojo público no parpadea, no pierde detalle. Y si, llevados por la ira que nos provocan las impertinentes preguntas de un señor que se viste de niño curioso, nos atrevemos a desmontarle el juego en presencia de las cámaras, demostraremos ante todos una carencia total de sentido del humor. Y eso en España implica convertirte en un indeseable. Esta opción, que consiste en aguantar el tipo, es la más utilizada por determinados personajes de la vida pública. Se les nota especialmente en la cara. Su sonrisa es tan falsa como un discurso cualquiera de Ana Botella, y su quijada suele estar tensa, a punto de estallar, como…. ¿cómo les diría yo?….. ah, sí…..como una neurona en la cabeza de Ana Botella.


Qué gratificante resulta escribir de vez en cuando con la intención de celebrar algo. Son tiempos difíciles, siempre lo fueron, pero quizás estos son más oscuros de lo habitual. Es importante que comiencen a brillar aquellos que puedan aportar algo de luz. Es de hecho, una obligación moral el hacerlo. Y ya que dedicamos tantas horas de nuestros días a realizar el inventario de elementos negativos, vamos, al menos por hoy, al menos por estos instantes, a congraciarnos con el género humano que representa la gente buena, que también los hay.


Y si no me creen, pregúntenle a Jordi Évole, es un chico muy sencillo e inocente, y no se atreverá a engañarles.

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