Cada uno explica las cosas a su manera. La inmensa mayoría lo hace de forma inconsciente
en función de sus vivencias, de la percepción de sus sentidos y del tamizado de
su mente. Estos tratan de convertir su verdad (relativa y pasajera) en la
verdad, y como es lógico fracasan.
Pero admitir el fracaso es duro y exige continuar con el
trabajo de exploración. Por ello, la mayoría prefieren aferrase al dogma,
eliminando mecánicamente cualquier atisbo de duda con razonamientos tan
aplastantes como el de: “eso ha sido así toda la vida de Dios y punto”.
Pero afortunadamente existen otro tipo de personas que, bien
desde la humildad en la aceptación de su ignorancia o bien desde la sabiduría, utilizan
un medicamento por el que siempre he sentido una especial debilidad. El
medicamento se llama PROVOCAR y está
compuesto en su totalidad por “despertina”, una sustancia etérea que tiene la
virtud de joderte los esquemas más de lo que pensabas que los tenias, con la
intención de que comiences a cambiarlos.
No tiene fácil tolerancia, ya lo advierto, pero sus efectos
positivos, si bien aparecen a largo plazo, son incuestionables.
Una vez prevenido el lector, y libre de abandonar la lectura
si así lo considera, me dispongo a administrar una ligerísima dosis de este
medicamento. Allá va.
Hablemos de la corona. ¿Qué se pensaban ustedes? ¿Acaso tenían
la esperanza de encontrarse en estos días un texto que no versara sobre el
temita de la abdicación de Juan Carlos?, ¿de verdad se piensan que soy tan
original? Pues No. Yo me dispongo a
darles la paliza con mi opinión, aunque, y aquí radica la diferencia, lo haré
con el sano propósito de confundirles todo lo posible.
Veamos, ¿es necesaria la Monarquía? La respuesta es obvia, un sistema basado en
derechos hereditarios no tiene lógica cabida en una democracia. Luego entonces,
podemos deducir que lo ideal sería la república. Pues mire usted, depende.
Imaginarme a gran parte del espectro político pasado y
presente encarnando los poderes que otorga el cargo de Presidente de la
República me pone los pelos como escarpias.
El problema no es Juan Carlos I, ni Felipe VI. Ni siquiera
el sistema en sí es problemático de base. Un rey que actuase siempre de forma
humilde, razonable, humana, que se desviviera por su pueblo buscando el bien
común, que se autoimpusiera el salario mínimo y al que no le importará ceder su
puesto a aquel que demostrase más capacidades positivas que él, sería un Rey
amado por su pueblo. Por todo su pueblo. Claro que pensándolo bien, eso más que
un Rey es un sabio.
¡Eureka!, he aquí el problema real (¡toma juego de
palabras!)
¿Estamos todos de acuerdo en hacer que aquel cuya sabiduría sobrepase
a la de los demás sea quien se haga cargo del poder?, ¿Si?..... ¿Seguro?....
¿de verdad que sí?.... ¡no se lo cree ni
usted!
Un sabio solo podría gobernar, sin que le decapiten en las
primeras semanas de mandato, en un lugar donde la sabiduría, en mayor o menor
escala, reine entre la mayoría de su pueblo.
Si no es así, las decisiones del mandatario serán incomprendidas, y por
lo tanto malinterpretadas, y por lo tanto la reacción del pueblo será la de….
¡zas! Guillotina al tanto y que pase el siguiente. Y el siguiente, que será sabio y por ello no
será gilipollas, se negará a gobernar porque o bien tendría que actuar en
contra de sus principios o acabaría con la cabeza en una cesta de mimbre. Y
será entonces cuando pase el siguiente, y el siguiente, y el siguiente… y así,
poco a poco iremos bajando el nivel de sabiduría hasta llegar a encontrar a
alguien que esté dispuesto a ocupar el trono. Ese, evidentemente, tratará de
tener contento al pueblo haciendo lo que tenga que hacer por muy disparatado
que sea. Y además lo hará sin afectar demasiado a sus principios, porque hemos
bajado tanto el nivel que hemos puesto a gobernar a los más tontos.
Tanto bajar, tanto bajar… y acabó gobernado Rajoy.
El sistema monárquico, tal como lo conocemos en los últimos
siglos, pues hubo en otros tiempos y por otros lares reyes muy diferentes, está
basado en una injusticia: la de creer que una determinada familia posee unas
cualidades especiales para gobernar por el hecho de compartir buena parte de
ADN. Y si encima esa familia es la Borbona, la broma ya tiene guasa.
Por lo tanto, es lógico que muchos españoles quieran (queramos)
eliminar la monarquía como un pasito hacia el cambio. Pero eso sí, tengamos
claro que con los Aznares, Zapateros, Borbones, Rajoys y González no vamos a
ninguna parte. Hay que buscar más y mejor para tratar de encontrar a la persona
ideal que mejor represente a la mayoría de los españoles. Con el peligro que
esto conlleva. Pues si, por poner un ejemplo, resultase que la mayoría de los
españoles son unos ignorantes, egoístas e ineptos , lo justo sería
escoger como máximo mandatario a quien mejor encarne estos “talentos”… por
ejemplo, Rajoy.
¡Un momento! ¿A ver
si va a resultar ahora que los poderes los están regentando aquellos que mejor nos
representan? ...
¿Y si el problema no es la ineptitud de los Gobernantes (que la
tienen) para gobernar sino la de los votantes?...
¿No será que los tontos somos…?…. No, no……no puede ser…..imposible…..
eso es un insulto, ¡un insulto!, ¡¡¡NO PIENSO TOLERARLO!!!!...... ¡¡¡Saquen la
guillotina y que le corten la cabeza!!!... al otro.