La madre Teresa de Calcuta dijo: “Si en esta vida te ha
tocado pelar patatas, procura pelarlas con todo el primor del mundo”. La
primera vez que leí esta declaración, hace ya algún tiempo, pensé: “será hija de la gran puta la monja
esta, o sea que si toca ser pobre te jodes y encima sonríes”.
Esta respuesta de mi pensamiento surgió víctima de una
conciencia social, a la que no he renunciado, que con el tiempo he ido “domesticando”
para tratar de ampliar mi ángulo de visión. En ese momento, cualquier palabra o frase que
no alentara a la lucha de clases era considerada como mi enemigo en el afán de
combatir la desigualdad y la injusticia.
La intención era buena, pero una importante ceguera me impedía
entender el verdadero sentido de la frase. En realidad la Madre Teresa no
estaba intentando convencer a los pobres para que estos aceptaran su papel y se
conformaran con lo que les había tocado. Sus palabras no eran un regalo
envenenado, al contrario, estaba indicando el camino de la felicidad.
Voy a contarles un cuento, pero antes he de cumplir con la
justicia de reconocer que la “culpa” de mi afición a tirar de historias y
metáforas para contar algo que no sé expresar de otra forma más diestra la
tiene, en parte importante, un conocido
terapeuta argentino de nombre Jorge. Sí, me declaro Bucaydista.
Al grano, ahí va el cuento, contado, como no puede ser de
otra forma, a mi manera:
En el principio de
los tiempos los Dioses se reunieron para crear al hombre. Una vez acordada la
forma y características de este nuevo ser, todo estaba preparado para ponerlo
en marcha. Bueno, todo menos un pequeño detalle. El ambicioso proyecto marcaba
un punto de inflexión en sus creaciones al haber incluido en el humano un hecho
diferencial importante: la conciencia.
Uno de los Dioses,
más precavido y sabio que los demás (pues sí, en los Dioses de mi historia hay
niveles, además el cuento ahora es mío y lo narro como quiero), hizo constar al
resto un matiz que habían pasado por alto y que podía destrozar su gran obra. Y
es que al dotar de tanto poder a un ser tan inmaduro, podrían acabar avocando a
éste hacia su propia destrucción. Por
ello, otro de los Dioses propuso una idea que fue inmediatamente aceptada por
los demás. Ocultarían el secreto de la vida, y por ende de su propia felicidad,
en algún lugar donde sólo pudiera encontrarlo aquel cuyo nivel de conciencia
fuese el suficiente.
El problema ahora era
¿Dónde? “En la cumbre de la más alta de
las montañas”, propuso un Dios. “O en la parte más profunda del más profundo de
los océanos”, dijo otro. Pero un avance tecnológico que permitiera al hombre
llegar hasta allí no supondría un alto grado de conciencia. Tras mucho debatir,
el más sabio de todos ellos volvió a tomar la palabra. “Solo hay un territorio
donde un ser no preparado nunca se atreverá a buscar” Expuso el lugar y todos
aplaudieron su idea.
Por ello decidieron
esconder la llave de todas la verdades en el único lugar donde siempre estaría
a salvo, en el corazón de cada ser humano.
Y como epílogo a este cuento podemos añadir un dato más. El
camino para llegar a la llave es en realidad tan sencillo que nos va a costar
un huevo llegar hasta él (en este caso el artículo final está tildado intencionadamente).
Al igual que los Dioses del cuento, grandes genios y sabios
de la historia de la humanidad han escondido claves y secretos importantes
sobre la vida allá donde es más difícil descubrirlos, o sea, delante de
nuestros ojos. Porque no hay camino más difícil
de atravesar que el más simple de los caminos.
Hay una frase que resume muy bien lo que trato de explicar
en este escrito. Dice: “El hombre no tiene miedo de sufrir, lo que tiene miedo
es a ser feliz”. En pocas palabras explica una gran verdad cargada de un saber
mayúsculo. Yo, para intentar explicar eso mismo tengo que rellenar dos folios,
y ni aún así consigo definir la idea de una forma tan certera. Por eso quien la
pronunció es Sabio y yo no.
Como muchos de ustedes, yo también soy un buscador. Afino cada día mi
linterna para tratar de hallar ese camino que me lleve a la felicidad. Pero
mientras tanto, voy a preparar unas patatas para el almuerzo, y me voy a tomar
mi tiempo para pelarlas de la forma más primorosa que pueda.