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viernes, 27 de septiembre de 2013

La verdadera y desordenada historia de España. Capítulo 4: La inauguración de Barcelona 92





Gala de inauguración de los JJ.OO de Barcelona ‘92



25 de Julio de 1992. A millones de españoles se le pone la carne de gallina, víctimas de la emoción que transmite ver en televisión a la Infanta Elena llorar a moco tendido, mientras su hermano Felipe, a la sazón Príncipe de Asturias, desfila como abanderado del equipo olímpico español.  Una imagen tierna y familiar, sin duda, pero absolutamente tergiversada.

Esto es lo que realmente ocurrió aquella tarde-noche del 25 de julio.


Una hora antes de comenzar  la ceremonia inaugural. Antepalco del estadio olímpico.



·         ¡Nena!, haz el favor de dejar el catering tranquilo, que te estás poniendo como una foca.



·         Ay mama, déjame, que me pirran los Donetes (dice Elena con los carrillos a rebosar de rosquillas chocolateadas).





·         ¡Juan!, haz el favor de ocuparte de la niña.



·         ¿Qué pasa ahoooora,  Sofi?





·         Como que qué pasa. ¿Tú te crees que con esa pinta vamos a poder emparejar a esta algún día?.



·         No te preocupes por eso que ya tengo medio apalabrado un trato con los Marichalar.





·         Ya, ya, pero con esta facha no se la endosamos ni a Serafín Zubiri…. ¡Trae pa ca eso! (dice Sofía arrancando de las manos de Elena otro paquete de Donotes que se acababa de agenciar. Tras lo cual, la niña comienza a hacer pucheritos)



·         ¡Pero mamaaaa!, que tengo antojoooo, además este paquete lleva el cromo de los Pokemon que me falta (*este anacronismo es una licencia poética del autor)



·         Ni cromo ni croma. Ya te puedes estar lavando la cara y poniéndote guapa para la ceremonia.



(Una  carcajada estalla y recorre la sala, llena de políticos, empresarios, y todo tipo de gente “bien”. En ese momento el rey realiza una panorámica fulminante con la mirada que convierte el lugar en un arcón congelador),



·         ¡Soldado! (exclama el rey hacia uno de sus guardias), acércame la escopeta de matar elefantes… vamos a ver ahora quien tiene huevos de reírse de mi niña… a la próxima sonrisa que vea asomar…¡Sofía! ¿ y la Cris donde anda?...


·         Está viendo Eurosport, que hoy ponen un partido de balonmano del barca y ya sabes cómo le gusta el Urdangarín ese…


·         Ay mi Cristinita (dice el rey con ojillos humedecidos) esta sí que tiene buen ojo.


·         Espero que Felipillo halla heredado también esa intuición innata que tenéis los borbones (dice Sofía, no sin cargar antes sus palabras con una buena ración de ironía, que sorprendentemente (esto quizás,  y solo quizás,  sea también ironía) el rey no capta.


·         Dios te oiga Sofi.


·         Pues más vale que Dios que no tenga orejas… (rumia para sí la visionaria reina)





Ya en el palco, los países desfilan uno tras otro por el estadio. Los monarcas se esfuerzan por esbozar la mejor de sus sonrisas mientras disimulan el cabreo que les está generando Elena, pidiéndoles una y otra vez su caja de Donetes.



·         Me cago en la burra que te amamantó, mira al frente y sonríe, ¡coño! (le dice juan Carlos a sus hija).


·         Oye, un poco de respeto (exclama Sofía).


·         Perdona Sofi, es que me pone de los nervios. … Dame el paquetito ese de bollos que quiere la niña.


·         Toma, ¡mi rey! (Le pasa los Donetes con gran disimulo, especialidad de la reina)



Cuando la delegación española desfila ante el palco las cámaras de televisión buscan la imagen del príncipe. Sabedor de los intríngulis de las televisiones, el monarca aprovecha el momento para lanzar lo más lejos posible el paquete de rosquillas chocolateadas.



·         ¡Hala!, a tomar por culo!



Desgraciadamente,  el rey no destaca en su destreza deportiva, como puede comprobarse por su afición a deportes que nada tienen de deportivos, como la Vela, y su lanzamiento acaba por emular la órbita de un planeta suicida. Dicho de otro modo, el paquetito pasa por encima de la cabeza de Elena y se dirige, ante la mirada atónita de ésta, que lo ha detectado, hacia el príncipe.


Por fortuna, y no hablamos de Vela, las cámaras enfocan en ese momento a los representantes de las diferentes administraciones políticas del país, y nadie en sus casas puede ver como los Donetes caen en la pista, a los pies de Don Felipe, y como algunos deportistas, hambrientos al parecer no sólo de medallas, comienzan a zamparse los Donetes ante la creencia de que aquello era parte del espectáculo.



Instantes  después, uno de los representantes del equipo español de esgrima, recoge el cromo de Pokemon  que contenía el paquete y se lo entrega, al pasar junto a ella,  a una deportista china a la que había echado el ojo en la Villa olímpica.



En esos momentos el cerebro de Elena procesa todos esos datos de la siguiente manera:

1-      Quiero mi pokemon

2-      Lo tiene el tío ese del chándal

3-      Se lo ha dado a una China

4-      ¡mierda!… ¡cómo para encontrarla!...todos los chinos son iguales

5-      Date por jodida.



Y es aquí cuando la infanta rompe a llorar, mientras sus padres le dicen entre dientes: “niña, disimula y no pares de aplaudir”.


Mientras, por el cerebro del monarca discurren estos pensamientos:

1-      Ángelico, que disgusto se ha llevao

2-      En cuanto lleguemos a casa le compro diez paquetes de Donetes, que lo de encaramársela a alguien ya lo tengo medio hecho…

3-      Ay, ¿por qué no se parecerá más a su hermana?...

4-      Ella sí que tiene buen ojo.












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