Cuando los fascistas acusan de fascismo a todo aquel que le
hace frente, y no pasa nada.
Cuando el gobernante miente sin pudor, y no pasa nada.
Cuando los corruptos se mofan de su actividad, y no pasa
nada.
Cuando la justicia se vuelve opaca y maleable, y no pasa
nada.
Cuando los cargos importantes son ocupados por los más
necios y dañinos, y no pasa nada.
Cuando cortan las alas del provenir para prohibirte volar, y
no pasa nada.
Cuando se normaliza
la estupidez, y no pasa nada.
Cuando todo esto ocurre… acaba pasando algo.
La marca España, ese ente del que tanto hablan algunos como
si fuera algo con lo que hemos convivido siempre, tiene en estos momentos un símbolo
perfecto e incuestionable: Ana Botella.
La alcaldesa de Madrid, especialista en ocupar cargos
utilizando puertas traseras, representa con rigor y nitidez el momento absurdo
en el que se encuentra inmersa la sociedad española. Con su presencia y gestión
(o como quiera que se llame eso que hace) demuestra día tras día que no es
necesario disimular la ineptitud para ostentar la alcaldía más importante de
España. Es más, sus poderosos adeptos nos bombardean a diario para convencernos
de que lo que vemos no es lo que vemos, lo que oímos no es lo que oímos y lo
que pensamos no es más que el producto de nuestra imaginación.
Víctimas de una campaña sin precedentes de “Luz de gas”, los
españoles comienzan a dudar de sus sentidos. Ya nos tenían medio convencidos de
que las ideologías habían muerto, cuando, de pronto y en un irrefrenable
impulso de soberbia, nos encontramos inmersos en una empapante lluvia de normalización de la imbecilidad.
Mientras el presidente del gobierno trata de averiguar si unas
cuchillas cortan, un ministro cejudo inventa unas tasas para asegurar la
gratuidad de la justicia, una inepta embustera inicia la destrucción del mejor
sistema sanitario para universalizarlo o
una retorcida ex presidenta madrileña
nos explica que para evitar el desastre de la desregularización de los mercados
lo que hay que hacer es desregularlos más, doña Ana, con un nivel de incompetencia
en sangre muy superior al de sus compañeros, nos regala un par de lindezas
dignas de enmarcar y exhibir en la mejor de las galerías de los horrores
mentales. Ahí van:
·
“La huelga de limpieza, que ella provocó
abandonando a su suerte a los trabajadores que de ella dependían, se ha
solucionado gracias a la reforma laboral que permite que estos trabajadores acaben
siendo despedidos, o con el sueldo cortado a tajo por el centro. Ese centro del
que tanto presumían, antes”
·
“La ideología del PP, partido fundado por un
franquista y que aglutina en sus filas a muchos extremistas de derechas, es la
que ha traído el mayor progreso de la humanidad”
No voy a rebatir ninguno de los dos argumentos, es inútil tratar
de explicar que el sol no es la luna y viceversa. Lo que sí quiero destacar es
la capacidad innata de esta señora para lanzar incoherencias verbales por su
boca sin que se le mueva un solo pelo del cardado.
Es por ello por lo que la creo habilitada para representar a
la marca España. Porque España, para la desgracia de una mayoría y el jolgorio
de unos pocos, se ha convertido en un juego de mesa mutante. Durante la
partida, un pequeño grupo de jugadores que parten con ventaja, gracias a
inmerecidas herencias, ganan cuando ganan y cambian las reglas cuando les toca
perder para de nuevo ganar.
Hasta aquí, desde un punto de vista mundial, todo está
dentro de la habitual decadencia de los sistemas políticos de los países dominantes. Lo novedoso, viene cuando los jugadores de la
partida, acostumbrados a ganar desde
pequeñitos sin demasiado esfuerzo (rectifico, sin ningún esfuerzo) se relajan
tanto que acaban por olvidarse hasta de hacer las trampas correctamente.
¿Se imaginan a un trilero actuando con vasos transparentes?.
Es imposible no descubrir la trampa. Veríamos
claramente que no hay bolita en ningunos de los tres vasos. Bien, pues esa es
la situación actual, pero (rememorando mi infancia, les digo) no se vayan
todavía, aún hay más.
Llegados a este punto, el trilero, ya sea por vergüenza torera
o por resguardar su integridad física, tendría que salir por patas. Pero en
este caso no es así. Nuestros trileros no tienen ningún tipo de vergüenza, se
han criado bajo el mandato divino de superioridad por derecho hereditario, y no
están dispuestos a bajarse del pedestal. Y en lo que se refiere a la integridad
física, por el momento, no temen un ataque masivo.
Luego entonces, ¿Qué hacer?. Y ahí es donde comienza el
novedoso sistema Made is Spain. Vamos a llevar la idiotización social a niveles
nunca antes conocidos. Y para conseguirlo hay que comportarse como sólo un
idiota sabe hacerlo, dando por lógico lo estúpido, dando por válido lo
esperpéntico.
Valle Inclán resucitado podría ganarse la vida como
futurólogo.
Y aunque son muchos y muy buenos los aspirantes para
desempeñar el puesto de símbolo nacional del esperpento, hay que reconocerle a
nuestra Anita un don especial para dejarnos la mandíbula inferior incrustada en
el subsuelo cada vez que saca a pasear la neurona.
Para finalizar, y no queriendo olvidarme del mérito que en esto
tenemos los demás, quisiera recordar algo: las botellitas del mundo para nada servirían
si no hay líquido que las llene. Y en este país, de líquido vamos sobrados.
Casi 18 millones en las últimas elecciones.
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