Los I
Hace muchos, muchísimos años, la Tierra era un lugar
caótico, y sin embargo, aún no habitaba el ser humano.
En ese mismo tiempo, a miles de kilómetros de allí, existía
un planeta llamado I. Era este un lugar
selvático plagado de animales que los I
cazaban para sobrevivir, comiendo sus carnes y vistiendo sus pieles.
Su tiempo de existencia era limitado, variando de unos a
otros en pocos meses. Mientras que en su reproducción eran meros espectadores, ya que la misma tierra del planeta era la que
expulsaba de su interior un nuevo ser cada vez que otro fallecía.
Los I desconocían el origen de su especie, pero eso no les
inquietaba.
Además de emplear su tiempo en tareas de supervivencia, se ocupaban
aprendiendo y desarrollando los campos de las matemáticas y la ciencia.
Gracias
a ello, alcanzaron un altísimo nivel tecnológico que les permitió construir
vehículos cada vez más avanzados, hasta llegar a diseñar una impecable nave
espacial.
Con ella, un día, tras dejar su planeta hecho un cisco, pues
en nada se ocuparon de cuidar los recursos de los que disponían, salieron todos
en busca de un nuevo lugar donde vivir.
El viaje fue largo. Murieron muchos seres que, al no existir
tierra de donde brotar, no fueron sustituidos, y finalmente llegaron al planeta
Tierra siete de ellos.
Al aterrizar, la nave sufrió un accidente y se estrelló. Los
siete consiguieron salir vivos del fuerte golpe, pero sus memorias se borraron
para siempre.
Las V
Al mismo tiempo que los I, existió en otro lejano astro una
especie conocida como las V. Desechando la egocéntrica idea de llamar a su
planeta con el mismo nombre de su especie, decidieron referirse a este como “Sueños”.
“Sueños” era un paraíso de jardines y frutales, donde las V
pasaban sus días recolectando frutos, no demasiados, pues no comían mucho, y
desarrollándose en los campos de la poesía, la filosofía y otras materias intangibles.
La vida de esta especie era muy similar a la de los I, y
aunque tampoco tenían el Don de procrear, su nacimiento era aún más enigmático
que el de ellos.
Cuando una V fallecía, su cuerpo comenzaba a evaporarse
hasta desaparecer. En ese instante, una tormenta de aguas azules descargaba
sobre la montaña sagrada, dejando a su finalización un nuevo ser, que era
inmediatamente recogido por un grupo de V.
Un día, el mismo en el que los I llegaron a la Tierra, las
V entraron en un profundo letargo. Instantes
después, todas desaparecieron.
Del sueño despertaron 3 V, y al igual que los I lo hicieron
sin memoria. Estaban en la Tierra.
En la Tierra
Poco tardaron los I y las V en encontrar la manera de
reproducirse. Un nuevo instinto, mucho más acentuado en los I, les hacia
aparearse, y casi desde el momento de su primer encuentro descubrieron que
cuando los I cubrían horizontalmente a las V formaban un triangulo perfecto,
del que un tiempo después germinaba un nuevo ser.
Así trascurrió la historia durante miles de años. Millones
de triángulos se formaron desde entonces, más aunque perfecta era la forma geométrica
que entre ambos seres alcanzaban, algo ocurrió.
Con el pasar de los siglos, V e I comenzaron a sufrir una
necesidad de ir más allá. De avanzar en su especie. Quizá un nuevo instinto u
otra suerte de necesidad, les empujaba con dolor hacia la búsqueda de un cambio
revolucionario.
Y fue entonces cuando los I, dejando vencer la feroz resistencia
que su ego les imponía, comenzaron a tumbarse sobre la tierra para ser
cubiertos por las V.
Para ello los I hubieron de aprender a ser humildes y las V
a voltearse para, aguantando una gran responsabilidad, ponerse por encima de
los I.
El resultado, nuevamente, fue un perfecto y hermoso
triángulo.
Pero esta vez apuntaba hacia el cielo.
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