Isidoro
Álvarez, presidente de El Corte Inglés, falleció hace unos días. Pero su alma
no llegó al cielo de inmediato. Al parecer, abandonó su cuerpo en cómodos
plazos.
Por su
parte, Emilio Botín expiró al alza. Batiendo todos los records habidos y por
haber, se propulsó a gran velocidad camino de este apasionante nuevo negocio.
Claro que, una vez en la puerta, tardó más de lo habitual en rellenar la
preinscripción de nuevo socio porque quiso hacerse el listillo con San Pedro hablándole
en inglés. El segurata no es un virtuoso en eso del manejo de la lengua de los protestantes. En sus tiempos (de vivo, quiero decir) no se
estilaba eso. Y Don Emilio, por mucho que se empeñe, tampoco pasa por autóctono
de London.
¿Que cómo
sabemos esto? Porque en todas partes cuecen habas (bueno, en todas partes donde
tengan habas y algo para cocerlas) y nosotros, en un despliegue sin precedentes
de tecnología punta (un vaso y una tabla ouija), hemos logrado contactar con una
interesante tropa de confidentes etéreos.
Este
grupo de espíritus cotillas, coincidentes en el tiempo con Isidoro y Emilio en
aquello de entonar el Chin Pum final, nos ha relatado lo acontecido en el
paraíso tras la llegada de una generosa hornada de gente Vip.
Advertimos
de la posibilidad de que alguna de las transcripciones realizadas no sean del
todo fieles al relato original de nuestros confidentes. Hemos de confesar que tuvimos
algunos problemillas técnicos con el vaso de cristal empleado en la
comunicación. Quizás resbalaba con demasiada alegría debido al uso que de éste
hicimos como portador del contenido de tres botellas de Whisky. Eso sí, ningún
animal resultó herido en el trascurso de la operación, que aunque no tenga nada
que ver con el asunto, siempre queda bien decirlo.
Al
grano, como diría un adolescente maqueándose la cara antes de salir.
Una vez
instalados Isidoro y Emilio en su parcelita celestial, y a la espera de la
aceptación como socios eternos, reciben la visita de varios personajes. El
primero en llegar, un ángel.
Tocan a la nube. Toc, Toc (onomatopeya
imaginaria y bastante alejada de la realidad)
·
Emilio: Adelante, pase a nuestro despach… digo, a nuestro…. bueno,
que pase coño (dice con ese tono amistoso y humanista que caracteriza a los
hombres de poder)
·
Ángel: Con el permiso de Vuecencia
·
Emilio: A mí no me hables en latín que no entiendo un carajo
·
Ángel: ¿Cómo…? …ehhh… da igual. Que venía yo con la intención de
darles la bienvenida al paraíso. Espero que ambos sean justamente juzgados por
el Todopodero…
·
Isidoro: Oye, ¿Dónde te has agenciado eso que tienes ahí? (dice señalándole
la espalda)
·
Ángel: ¿Esto?... son mis alitas. Para obtenerlas hay que trabajar
muy duro. De hecho es necesario que….
·
Isidoro: que sí, que sí… pero ¿Cuánto te han costado? Porque,
permíteme el comentario, son una chapucilla. El corte es feísimo, esa pluma
blanca ya no se lleva, hombre de Dios (nunca mejor dicho)… y encima habrá pagado
usted una pasta, así, a tocateja.
·
Ángel: hombreeee…. Desde un punto de vista metafórico, digamos que
el pago ha de hacerse así, del tirón.
·
Emilio: Pues eso se acabó, amigo mío. ¿Por qué tiene usted que
realizar tanto sacrificio cuando puede obtener lo mismo pagando un poquito más
pero a largo plazo?… vamos, que lo puede pagar sin enterarse.
·
Ángel: ya, pero es que las
alas solo puede otorgarlas…
·
Isidoro: ¡Usted no se preocupe de eso! Mire, nosotros le vamos a
conseguir unas alitas mucho mejores, de diseño, de Pret at Porter
·
Emilio: Eso, de los dos
·
Isidoro: y todo ¿a cambio de qué?... prácticamente de nada, amigo mío.
En vez de realizar diez o veinte méritos para el Super, usted nos hace a
nosotros treinta meritillos de nada… eso sí, en comodiiiiiiiiiisimos plazos. Eh,
¿qué le parece?
·
Ángel: Hombre, visto así… pero solo treinta ¿no?
·
Emilio: Nada hombre, nada… usted firme aquí y santas pascuas. A ver,
que con eso de los intereses quien dice treinta dice… qué se yo, treinta y dos.
Antes
de poder reaccionar, el mensajero de Dios, un angelillo de baja categoría, un
soldadito raso del ejército celestial, había firmado su segunda sentencia de muerte.
La que le condenaba a pasar la eternidad bajo el yugo del Capital-Celestial.
Rin,
rin, rin, rin (Onomatopeya absurda, pues si en el cielo no hay puertas, lo del
timbre ya clama al cielo… ¡anda!, qué bien traído)
·
Emilio: Paaaaaase. Isidoro, una cosa te digo. Nos tenemos que hacer
con una secretaria esta misma semana. A mí esto de no tener quien me proteja la
“puerta” me incordia very very
·
Isidoro: Pues he visto pasar antes a una rubia que nos iría muy
bien… el problema es que no iba de blanco, vestía de rojo y me temo que…
·
Emilio: Tú no te preocupes por eso, decimos que la patrocina mi
banco y a tomar por culo.
·
Papa: ¡¡¡A la buena de Diooooosss!!!
·
Emilio: ¡Mira quién tenemos aquí!, el viajero.
·
Papa: Don Emilio, Don Isidoro. Es para mí un placer darles la
bienvenida. El jefe ha tenido el detalle de enviarme para informarles de que su
aprobación como socios celestiales está prácticamente hecha.
·
Isidoro: Anda mira, qué bien nos viene usted. De eso mismo queríamos
hablarle. Tenemos algunos flecos que queremos cerrar antes de la firma.
·
Papa: ¿Cómo dice…? Pero… les
están ofreciendo la eternidad en la gloria…
·
Isidoro: Siiii… si todo eso está muy bien, no vaya usted a creer
que somos unos desagradecidos, ¿verdad Emilio?
·
Emilio: Nada más lejos de nuestra intención.
·
Isidoro: Sin embargo, nos gustaría proponer algunas ideas revolucionarias
que a buen seguro van servir para que ganemos todos.
·
Papa: Si, pero… es que yo solo…
·
Emilio: No se me enrede hombre, que es muy sencillo. Vamos a ver,
¿usted tiene mano con el Jefe?
·
Papa: Hombreeeee… he sido su representante en la tierra, su mejor
comercial, no le digo más.
·
Emilio: Y ya que ha tenido tantos años de trabajo y esfuerzo allá
abajo, ¿no cree usted que se merece un descanso?... Dejen ustedes eso de la administración
del cielo en manos de profesionales y dedíquense a disfrutar… ¡que se lo han
ganado!
·
Papa: … la verdad es que unas vacaciones no me vendrían nada mal….
Unas
horas después el Papa firmó una carta de apoyo a la externalización de
servicios divinos, mientras se fumaba unos puros y se pimplaba una botella de Pipermín.
Definitivamente, había decidido tomarse unas vacaciones.
Por último, Emilio e Isidoro recibieron una tercera visita.
La más importante de todas.
·
Isidoro:
¡¡Ostiaaaaaaaaaaaaassss!!... ¿Pero tú, quien coño eres? ¿y cómo te atreves a
entrar sin llamar?
·
Dios:
SOY DIOOOOOOSSSSSSSS. NO NECESITO LLAMAR, ESTOY EN TODAS PARTES
·
Emilio:
Me parece muy bien, pero un poquito de educación tan poco está de más…
·
Dios:
EMILIO!!, MIRA QUE PARA NO TENER SEXO YA ME ESTAIS EMPEZANDO A TOCAR LOS
COJONES
·
Isidoro:
Bueno, hombre… o mujer… o lo que seas, no te pongas así. Nosotros solo queremos
ayudar
·
Dios:
QUE NO, QUE A MÍ NO ME LA DAIS. NO OS CREAIS QUE YO SOY COMO ESOS DOS INOCENTES
A LOS QUE HABEIS EMBAUCADO…
No se sabe muy bien cómo
terminó aquella conversación. Dios, que lo sabe todo, se percató de la
presencia inadecuada de nuestros confidentes y les obligó a retirarse bajo
amenaza de reencarnación en la próxima Belén Esteban. Lo único que hemos podido
constatar es que en el cielo se han producido algunos cambios. Entre ellos, el
más llamativo es la nueva forma en la que las almas llegan ahora a la gloria:
lo hacen en unas escaleras mecánicas de color rojo.
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