No siempre he sido tan fino, inteligente y elegante como
ahora (si esto fuese un audio ahora sonarían las risas). De hecho, cuando era
pequeño disfrutaba mucho con las comedias y espectáculos de sal gorda. No se
pueden ustedes ni imaginar lo graciosos que me parecían los chistes de
mariquitas.
Pero el tiempo pasa, y lo que ahora puede parecernos
inaceptable, quizás era aceptado, o incluso apreciado, en tiempos ya caducos. Conviene no olvidarlo. No
por el hecho de recordar aquello a modo de error que no has de volver a cometer
(algo estúpido por otra parte, porque errores vas a seguir cometiendo) si no
para ser capaces de entender que aquellos que ahora tropiezan en el mismo punto
donde tú tropezaste quizás necesitan tiempo para cambiar, al igual que lo
tuviste tú.
Se llama evolución y
forma parte del orden natural de las cosas.
No todo el mundo evoluciona igual,
es obvio. El grado de evolución depende de factores internos y externos. No es lo mismo nacer siendo hijo de un sabio,
que hacerlo dentro de una familia problemática y con carencias afectivas. Pero el factor principal es interno. Es la
voluntad y el trabajo de uno mismo el que te hace avanzar y superar los obstáculos
que la vida, la sociedad o tu inexperiencia te ponen frente a las narices.
Nadie nace sabiendo, pero todos tenemos la oportunidad de saber… un poco.
Esta misma óptica individual
es aplicable a un plano general, a las sociedades.
La memoria flaca es nota
dominante en los países más desarrollados. Pronto nos olvidamos de lo que aquí
era normal hace tres días y nos precipitamos a juzgar a aquellos países que se
encuentran sumergidos en las tinieblas que nosotros habitábamos poco antes. Nos
parece inexplicable el trato que los niños y las mujeres sufren en determinadas
sociedades, olvidando que unos añitos atrás a la explotación infantil aquí la llamábamos
ayudar a la familia, y al hecho de presionar a las mujeres para aislarlas en
sus casas de los círculos de poder o decisión lo llamábamos ser decente. Por no
hablar de cosas más dramáticas, como el robo de recién nacidos a sus madres (ya que no eran apropiadas),
palizas a mujeres desobedientes o maltrato de todo tipo para todos aquellos “desviados”
sexuales que no comulgaban con el dictado de nuestra santa moral. Con ese grado
de olvido poco vamos a poder ayudar a los demás.
Y es que si es dura y lenta la aceptación individual del
cambio, la de la sociedad no lo es menos, ya que esta última se nutre de las
piezas que entre todos formamos. La formula por lo tanto es sencilla: Cambio
social= Cambio individual multiplicado por X. Siendo X un número suficiente y
mayoritario de habitantes de una sociedad.
Traduciendo, si quieres cambiar las cosas que no te gustan de tu comunidad,
comienza por cambiar tú y deja que cada cual haga su parte. Tardará más o
menos, pero llegará.
Hace no muchos años, cuando yo era un niño [por eso digo que
no hace mucho (risas de nuevo, por favor) ], las filosofías y medicinas
orientales estaban situadas en el frente “Friki”. Solo los muy raros practicaban
alguna disciplina de este tipo. No era normal ejercitarse en Yoga, TaiChi o Meditación.
Y quien lo hacía era visto como una especie de amante de lo exótico, un extravagante
o un locuelo, pero desde luego no como una persona que busca la salud (en el
sentido amplio de la palabra). Quizás
esto ya comenzaba a normalizarse en las grandes ciudades, pero les aseguro que
en mi Graná natal aquello era visto como una “pollaica”.
Afortunadamente, y empujados por la necesidad, las antiguas
prácticas orientales están llegando a nosotros disfrazadas de novedad. Ahora lo
extraño es encontrar a alguien que desconozca de su existencia o que no
practique alguna de ellas. Las herramientas que nos regalan las sabias y lejanas
tierras de la India, China, Japón … etc, son de un valor descomunal para poner
en práctica el difícil arte de convertirse en Persona, no en humano, que ya lo
somos, aunque cueste creerlo en algunos casos.
Otra cosa distinta es lo que seamos capaces de hacer con
esas herramientas. Es normal que se produzcan adaptaciones, somos sociedades
distintas y son tiempos diferentes. Pero una cosa es amoldar la herramienta
para sacarle el máximo provecho sin contaminar su esencia y otra muy distinta
el utilizarla con miras puramente comerciales.
Todas las actividades filosóficas y deportivas que busquen
ayudar son respetables, pero una cosa es practicar Yoga, en cualquiera de sus
vertientes (Hata, Kundalini, Integral…) y otra el Pilates o practicas parecidas
cuya finalidad es mejorar el cuerpo. Puedes hacer cosas parecidas, pero en
esencia, y aquí la esencia es fundamental, no es lo mismo.
Llegados a este punto cabría preguntarse: ¿Cómo es posible
que una serie de disciplinas consideradas hace poco tiempo como cosas de Frikis
se han convertido en algo aceptado por la sociedad como bueno y sano?
Volvamos a la fórmula
anteriormente expuesta: Cambio social= Cambio individual multiplicado por X. Para que se haya producido un cambio ha sido
necesario el paso adelante de muchos
solitarios que fueron incomprendidos en su momento. Los “raros” nos ayudaron a
los “normales” a descubrir algo valioso.
Les debemos mucho, pero si ellos han evolucionado lo
suficiente entenderán que nos les debemos nada. Y como dijo el sabio, y yo ya
plagié alguna vez, “quien quiera
entender que entienda”.
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