Uno de los
finales más estremecedores que jamás he leído pertenece a la obra de Federico
García Lorca “La casa de Bernarda Alba”, y dice así: “Las lágrimas cuando estés
sola. ¡Nos hundiremos todas en un mar de luto! Ella, la hija menor de Bernarda
Alba, ha muerto virgen. ¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio he dicho!
¡Silencio!. “
No sé por
qué extraños mecanismos de asociación me ha venido a la cabeza el sensacional epílogo
Lorquiano cuando esta mañana he leído la noticia sobre el ex agente de la
CIA Edward Snowden,
un joven informático que ha tenido la descabellada idea de confirmarnos,
mediante la filtración de documentos secretos, que nos espían a través de las
redes cuando y como les da la gana, sin frenarse ante estupideces de rojillos trasnochados
como el derecho a la intimidad. Lo más descacharrante del asunto, es que las
noticias que publican los medios a nivel mundial no se centran en lo
escandaloso de la prepotente e injustificable actitud de los gobiernos, en este
caso el de EEUU, sobre sus ciudadanos, no, la noticia gira en torno al posible “peligro”
al que este señor está sometiendo a su país al revelar la existencia de
programas de ciberespionaje. Lejos del enrojecimiento natural al que deberían
someterse las enormes caras de los mandatarios, estos contraatacan blandiendo
la siempre eficiente espada del miedo, tratando de hacer ver a sus magníficos
(el día de las elecciones) e ignorantes (los 1459 días restantes) ciudadanos que
ir contando por ahí las miserias estatales puede ponernos en peligro a todos. Con
lo Cristianos que ellos dicen ser se les olvida con demasiada frecuencia
aquello de “la verdad os hará libres”. Debe ser porque les pasa con la biblia
lo contrario que a mí con El Padrino, que me gusta más la segunda parte que la
primera. Ellos sin embargo deben pensar que donde esté el antiguo testamento
que se quite la tontada esa del perdón y demás sandeces del perroflauta ese de
Nazaret. El caso es que la noticia inicial se está disolviendo a medida que nos
vamos enterando del cambio de paradero de Snowden, que si se esconde en un
hotel de Hong Kong, que si EEUU va a pedir la extradición para someterlo a un “juicio”
“justo”, que si hay que poner límite a la libertad de expresión… y veremos si
el pobre muchacho no acaba compartiendo posada con Julian Assange en la
embajada Londinense de Ecuador. Nos estamos acostumbrando mal a que los
gobiernos mientan, engañen, manipulen, tergiversen, humillen, retengan,
maltraten o aniquilen a todo aquel que ponga en peligro una serie de intereses
económicos muy concretos de un grupito de gente muy concreta. No se molestan en
desmentir, se justifican con excusas vacuas y sonrojantes para todo
aquel que siga dándole que hacer a sus conexiones neuronales. Antes, cuando el
pastel explotaba, caía alguien, el más primo de todos, que duda cabe, pero algún
chupaalpargatas acababa comiendo tierra. Ahora, cuando parece que va a estallar
el escándalo, cuando el denunciante apunta con su dedo al denunciado, ellos nos
“convencen” para que miremos el dedo y juzguemos si esas uñas están
suficientemente limpias o no. Y si lo están se retocan con PhotoShop, que para
eso está. No lo puedo evitar, a mi todo esto me recuerda a esa Bernarda que se
niega a llorar en público, que guarda y hace guardar las formas con severidad y
que sobre todo ordena e impone el silencio. .
¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!.
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