Gala de inauguración de los JJ.OO de Barcelona ‘92
25 de Julio de 1992. A millones de españoles se le pone la
carne de gallina, víctimas de la emoción que transmite ver en televisión a la
Infanta Elena llorar a moco tendido, mientras su hermano Felipe, a la sazón Príncipe
de Asturias, desfila como abanderado del equipo olímpico español. Una imagen tierna y familiar, sin duda, pero
absolutamente tergiversada.
Esto es lo que realmente ocurrió aquella tarde-noche del 25
de julio.
Una hora antes de comenzar
la ceremonia inaugural. Antepalco del estadio olímpico.
·
¡Nena!, haz el favor de dejar el catering
tranquilo, que te estás poniendo como una foca.
·
Ay mama, déjame, que me pirran los Donetes (dice
Elena con los carrillos a rebosar de rosquillas chocolateadas).
·
¡Juan!, haz el favor de ocuparte de la niña.
·
¿Qué pasa ahoooora, Sofi?
·
Como que qué pasa. ¿Tú te crees que con esa
pinta vamos a poder emparejar a esta algún día?.
·
No te preocupes por eso que ya tengo medio
apalabrado un trato con los Marichalar.
·
Ya, ya, pero con esta facha no se la endosamos
ni a Serafín Zubiri…. ¡Trae pa ca eso! (dice Sofía arrancando de las manos de
Elena otro paquete de Donotes que se acababa de agenciar. Tras lo cual, la niña
comienza a hacer pucheritos)
·
¡Pero mamaaaa!, que tengo antojoooo, además este
paquete lleva el cromo de los Pokemon que me falta (*este anacronismo es una
licencia poética del autor)
·
Ni cromo ni croma. Ya te puedes estar lavando la
cara y poniéndote guapa para la ceremonia.
(Una carcajada estalla y recorre la sala, llena de
políticos, empresarios, y todo tipo de gente “bien”. En ese momento el rey realiza
una panorámica fulminante con la mirada que convierte el lugar en un arcón
congelador),
·
¡Soldado! (exclama el rey hacia uno de sus
guardias), acércame la escopeta de matar elefantes… vamos a ver ahora quien
tiene huevos de reírse de mi niña… a la próxima sonrisa que vea asomar…¡Sofía! ¿
y la Cris donde anda?...
·
Está viendo Eurosport, que hoy ponen un partido
de balonmano del barca y ya sabes cómo le gusta el Urdangarín ese…
·
Ay mi Cristinita (dice el rey con ojillos
humedecidos) esta sí que tiene buen ojo.
·
Espero que Felipillo halla heredado también esa
intuición innata que tenéis los borbones (dice Sofía, no sin cargar antes sus
palabras con una buena ración de ironía, que sorprendentemente (esto quizás, y solo quizás, sea también ironía) el rey no capta.
·
Dios te oiga Sofi.
·
Pues más vale que Dios que no tenga orejas…
(rumia para sí la visionaria reina)
Ya en el palco, los países desfilan uno
tras otro por el estadio. Los monarcas se esfuerzan por esbozar la mejor de sus
sonrisas mientras disimulan el cabreo que les está generando Elena, pidiéndoles
una y otra vez su caja de Donetes.
·
Me cago en la burra que te amamantó, mira al
frente y sonríe, ¡coño! (le dice juan Carlos a sus hija).
·
Oye, un poco de respeto (exclama Sofía).
·
Perdona Sofi, es que me pone de los nervios. …
Dame el paquetito ese de bollos que quiere la niña.
·
Toma, ¡mi rey! (Le pasa los Donetes con gran
disimulo, especialidad de la reina)
Cuando la delegación española desfila ante
el palco las cámaras de televisión buscan la imagen del príncipe. Sabedor de
los intríngulis de las televisiones, el monarca aprovecha el momento para
lanzar lo más lejos posible el paquete de rosquillas chocolateadas.
·
¡Hala!, a tomar por culo!
Desgraciadamente, el rey no destaca en su destreza deportiva,
como puede comprobarse por su afición a deportes que nada tienen de deportivos,
como la Vela, y su lanzamiento acaba por emular la órbita de un planeta
suicida. Dicho de otro modo, el paquetito pasa por encima de la cabeza de Elena
y se dirige, ante la mirada atónita de ésta, que lo ha detectado, hacia el príncipe.
Por fortuna, y no hablamos de Vela, las
cámaras enfocan en ese momento a los representantes de las diferentes
administraciones políticas del país, y nadie en sus casas puede ver como los Donetes
caen en la pista, a los pies de Don Felipe, y como algunos deportistas,
hambrientos al parecer no sólo de medallas, comienzan a zamparse los Donetes
ante la creencia de que aquello era parte del espectáculo.
Instantes después, uno de los representantes
del equipo español de esgrima, recoge el cromo de Pokemon que contenía el paquete y se lo entrega, al
pasar junto a ella, a una deportista
china a la que había echado el ojo en la Villa olímpica.
En esos momentos el cerebro de Elena
procesa todos esos datos de la siguiente manera:
1-
Quiero mi pokemon
2-
Lo tiene el tío ese del chándal
3-
Se lo ha dado a una China
4-
¡mierda!… ¡cómo para encontrarla!...todos los
chinos son iguales
5-
Date por jodida.
Y es aquí cuando la infanta rompe
a llorar, mientras sus padres le dicen entre dientes: “niña, disimula y no
pares de aplaudir”.
Mientras, por el cerebro del
monarca discurren estos pensamientos:
1-
Ángelico, que disgusto se ha llevao
2-
En cuanto lleguemos a casa le compro diez
paquetes de Donetes, que lo de encaramársela a alguien ya lo tengo medio hecho…
3-
Ay, ¿por qué no se parecerá más a su hermana?...
4-
Ella sí que tiene buen ojo.