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jueves, 29 de agosto de 2013

Manual para machotes. 8ª Entrega



Tras pasar unas vacaciones un tanto ajetreadas, Conflictivo ha tenido un regreso… surrealista, algo que a estas alturas no me extraña demasiado.
La misiva de esta semana dice así:

Mi apreciadísimo editor,

El Vaticano, “ciudad de vacaciones” no es tal como lo anuncian en la publicidad. ¿Recuerdas aquella vez que te conté que un día fui al cine y me topé con un montón de mujeres disfrazadas como el hombre murciélago?, bueno, pues esto era igual, pero a lo bestia. Y no veas como se las gastan las raritas estas, apenas intentas arrimarte un poco para restregar cebolleta mientras hacemos cola, y en cuanto lo detectan se ponen hechas un obelisco.  La cola era para entrar a ver, según me dijeron,  la sexta capilla. Francamente, a mi tener que esperar para entrar a ver una capa pequeña no me hacía mucha ilusión, pero no parecía haber nada mejor que hacer por allí.

El caso es que una vez dentro, nuevo timo. La capa no aparece por ninguna parte. Indignado me dirigí hacia uno de los señores de negro que había por allí, que al parecer mandaban mucho, para expresarles mi descontento. No sólo no satisfizo mi petición, sino que lejos de mostrarme la sexta capilla, se negó incluso a indicarme donde estaban las cinco restantes.

Dos minutos después, estaba nuevamente fuera de allí “invitado” por unos señores con traje que acudieron raudos a la llamada de los hombres de negro.

La estancia se estaba complicando. Además de lo que te acabo de contar, he de decirte que era el único del grupo que tenía una habitación individual. Decidieron dármela nada más llegar tras unos comentarios divertidos que realicé en el viaje de ida a propósito de lo que me gustaría hacer en el dormitorio común. No debieron de sentar muy bien. Pero eso tampoco me importaba mucho, ya que desde mi habitación podía escuchar los ruidos que llegaban del dormitorio común, y créeme, lo único que llegaba por las noches eran murmullos. Son muy aburridos, por lo que pude sonsacar entre el “murmullício”.  Antes de dormir siempre jugaban a adivinar canciones de Bisbal. Y como tontos repiten una y otra vez el mismo título: “Ave María”.

Volviendo a lo que te contaba antes, tras ser expulsado del museo ese de la capilla me fui a comer. Los idiomas no son un problema para mí. Veo mucho la tele y me fijo en como se habla en los distintos países. Por eso, sabía que en Italia hay que parlamentar alargando mucho la entonación y juntando los deditos de la mano apuntando hacia arriba. Eso es todo, es un idioma bastante simple.

Tras caminar por no sé donde, llegué a un restaurante con bastante buena pinta. Habían pasado más de dos horas desde el desayuno (a base de huevos fritos, bacon, tostadas, tortitas con nata y chocolate, bollería variada y salchichas) y como te podrás imaginar estaba hambriento.

Me recibió el "Metre":

-       Buon pomeriggio signore, ¿che cos'è un tavolo per mangiare?
-       Ma que suchede. Io quiero una mesotta para comeré per me. (todo esto dicho con el consiguiente gesto agitado de los deditos)
-       Spiacente, ma non capisco che sta dicendo.
-       (Tenia pinta de no entenderme, quizá mi Italiano era demasiado refinado, así que me ayudé del típico gesto de llevarse la mano a la boca, el ñan ñan de toda la vida) Que le digo ti, que io quiero comeré acui perque tengo molta hambre.
-       Accidenti, il solito stupido bastardo che pensi di sapere parla italiano.  Bene, fottuto clown vieni, vedrai che inchioda di vado a dare al proprio account.
-       Grachie mile caballeri. A mi me gusta molto la suya terra y la suya comidda.


Acompañé a aquel tipo hasta una mesa y me dispuse a comenzar el festín. En la carta había una gran variedad en tipos de pasta y yo tardo mucho en elegir cuando se trata de escoger entre varias cosas que me gustan, por lo que finalmente opté por pedir un plato de cada cosa.

Dos horas y quince minutos después salí de aquel restaurante con la cartera vacía y el estomago a punto de estallar. Me soplé dos platos de espaguetis boloñesa, uno con ajo y aceite, tres de macarrones con distintas salsas y otros tipos de pasta que ahora mismo no soy capaz de recordar. Todo ello empujado con pan, porque para mí comer sin pan es como no comer.

En semejante estado recogí mi equipaje y me dirigí al aeropuerto para volver a España. Ya estaba harto de Vaticanos y de fans de Batman.

Por el camino compré una figurita dorada de un caballo para llevarle algo a mi madre de "suvenir". Con las maletas en ambas manos no tenía donde guardarlo, por lo que lo metí como pude en el bolsillo de atrás del pantalón.

Durante el vuelo noté un extraño pinchazo en el culo. Me removí un poco en el asiento intentado eliminar aquella extraña sensación, pero solo logré que el dolor se acentuara aún más. Cuando llegó a un nivel insoportable solté un gran quejido. Justo en ese momento recordé que me había metido la figurita en los bolsillos traseros del pantalón. La azafata acudió corriendo.

-       Señor, ¿le ocurre algo?
-       No se preocupe señorita, es por culpa del caballo.
-       ¿Del caballo?
-       Sí, lo llevo metido en el culo y me está haciendo polvo.
-       Oh, Dios mío… Espere aquí, por lo que más quiera no se mueva del asiento.

La muchacha se fue corriendo hasta la cabina del avión para comentarle algo al comandante. La verdad, no entiendo que una simple torpeza a la hora de guardar un "suvenir" pueda causar tanto escándalo.


Dos horas después, aterrizados ya en Barajas, me encontraba detenido en el aeropuerto e interrogado por la Guardia Civil.

-       ¿Es usted Conflictivo Zángano?
-       Sí.
-       ¿Es cierto lo que le ha contado a la azafata del caballo en el culo?
-       Claro que sí. Es un accidente.
-       Un accidente porque ha empezado a dolerle, pero usted estaba dispuesto a introducir el caballo en España.
-       Sí, no creo yo que eso sea un delito.
-       ¿Cómo…? ¡Por supuesto que es un delito!.
-       Pues no lo entiendo, delito debería de ser la pasta que me han dado en Italia.
-       No si encima se quejará de la pasta que se quería llevar.
-       No, no, que me quería llevar no, que me he llevado puesta.
-       Lo que usted se ha llevado puesto es algo muy peligroso, podría haberle matado.
-       Dígamelo a mi que he tragado hasta que no podía más.
-       …¿qué?...pero…¿se puede saber cuantos gramos de esa mierda se ha metido?
-       Hombre, yo más bien hablaría de kilos…y puede creerme si le digo que al principio esa mierda, como usted dice, entra sola, está bien buena…
-       ¡¡¡La virgen!!!, ¡¡¡camello y drogadicto!!!...
-       No, camello no, caballo.
-       Muy gracioso. Bueno, ahora ya sabe a lo que toca, hay que soltar toda esa basura.
-       Le agradezco su interés, pero yo normalmente evacuo de mañana.
-       No se preocupe hombre, que nosotros le vamos a ayudar.


El resto, mi querido editor, prefiero obviarlo. Digamos para resumir que no me resultó muy agradable al principio, pero bueno, al final hasta le pillas el gustillo…


Continuará … (o no).

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